martes, 7 de diciembre de 2010

Costumbres del ojo 19 ┇ Relatillos y relatores


1. En un rincón de la colonia Narvarte de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía un músico metido a actor de teatro que se creía muy gracioso. Este era uno de sus chistes favoritos:

“–Pregúntame cuál es secreto de mi éxito como comediante. –¿Cuál es el secreto de tu éxito como c...? –¡Timing!”

La verdad, me reía mucho al oírlo, tanto que lo recuerdo perfectamente. La velocidad, la instantaneidad y la frescura son valores teatrales, pero también retóricos.

Ya habló de eso Ítalo Calvino en sus "Seis propuestas para el próximo milenio" (en realidad 7 conferencias que iba a dictar), al contar la historia del Chuang Tzu, pintor chino de cangrejos que quería un palacio con sirvientes y cinco años para hacer su trabajo, y que después de una prórroga por el mismo tiempo dibujó en un solo trazo de tinta el cangrejo más perfecto jamás dibujado. Lo mismo podría decirse del primer gran humanista universal que dio Europa, Erasmo de Rotterdam:Escribió su "Elogio de la locura" (o de la estulticia, como prefieran) en un único gesto continuado por siete días, como el cangrejo de Chuang Tzu. Pero primero tuvo una vida entera para convertirse en quien era.

La rapidez, sin embargo, es sólo eficaz si se acelera con precisión. Debe ser certera y no borrosa, por eso es que funciona tan bien en un chiste.

Pero la brevedad no necesariamente tiene que ver la rapidez. Nada menos rápido que ese otro cuento ultra célebre de Augusto Monterroso sobre el que despertó, y el dinosaurio. Es en realidad una rendijilla por la que se cuela la historia, mucho más grande. Otro ejemplo de esta literatura del mundo que se deja ver por una resquicio es este haikú del escritor peruano Javier Sologuren: “La tinta en el papel./ El pensamiento/ deja su noche.

Acá ya estamos entrando en otro terreno. Calvino, como buen escritor analítico, prefería en realidad la precisión a cualquier otro valor literario. Pero en muchos casos la brevedad no tiene que ver necesariamente con la precisión, aunque esta nos guste. ¿Qué más vago que este otro haikú de Basho que dice literalmente “Pino hongo/ignorancia hoja del árbol/adherencia?” John Cage propone dos versiones: “Lo desconocido/une/ hongo y hoja” y “¿Qué hongo? ¿Qué hoja?”

Ahora Umberto Eco defiende el sentido literal, pero hubo un tiempo en que defendía a toda costa la polisemia y la apertura de los textos como características intrínsecas, es decir, la vaguedad a todo lo que da.

De hecho, hay quien dice que la vida de los géneros literarios ocurre a partir de la tensión entre la violación entre unas formas establecidas y el respeto a esa misma herencia, que permite la inteligibilidad.

Eso es lo que ocurre tal vez con la literatura escrita en twitter. Se dicen tantas cosas sobre el interés que generan los relatos, microrelatos, minirelatos, y demás historias en miniatura, que uno pensaría que hay una explosión demográfica de narradores. Pero no, lo que hay es un montón de escritores de aforismos, pensamientos, reflexiones, sentencias, máximas, refranes, frases ingeniosas, o poemas cortísimos, generalmente en prosa.

Los verdaderos relatos cortos, con una situación inicial, desarrollo y cambio de la mentada situación, son casi imposibles de encontrar. Y no tiene por qué ser de otra forma. Esperemos el advenimiento de nuevas combinatorias exclusivas, y luego, por favor, su decadencia.

2. De pronto me volví mucho más voraz: de tiempo, de emociones, de experiencias. Quiero vivir cada momento lleno, me aburre el vacío y me canso, me alejo, abandono. Será que ya viví demasiado tiempo creyendo y esperando. Ahora paso por todo con esperanza pero con menos ansiedad. Lo que doy no me vacía, me equilibra como una compuerta.

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