viernes, 4 de diciembre de 2009

mi primer cuento... de hace muchos, muchos años

A ti


Desde que me has abierto la puerta, me regocijo de la gota oscura fétida que escurre lentamente por la comisura de mis labios torcidos en bobalicona mueca (sonrisa de placer extinto, de renovada decadencia).

Desde entonces, pellizco con fruición.

Bajo todas las noches a hurgar en los botes de basura de los vecinos, y gozo resistiendo cada vez más débilmente el impulso de arrojarme sobre los pañales, las toallas y los tampones. Mi máximo gozo es deshojar con arte, delicadamente, un papelito blanco y sedoso como una magnolia, e ir descubriendo la deliciosa sorpresa navideña en su interior.

Tú me enseñaste el verdadero sabor de la verdadera carne. Y tenías razón, los niños pequeños son los seres más cercanos a Cristo, como dijiste en aquella memorable celebración.

Mis manos blancas siguen así. Mi pececillo corrosivo sigue su recorrido normalmente, flanqueando cada vez más barreras y barriendo cada vez más recuerdos. Crece muy sano, porque sus aguas han aumentado su dulce y carnoso, podridito aroma, y su consistencia se gelatiniza.

Siempre fui una mártir. ¿Recuerdas el primer bocado? Me convulsioné de terror, tanto que para vencerlo, el instinto y el reflejo condicionado se unieron rápidamente e hice lo que siempre me dijo mi mamá : Si tienes miedo de hacer algo, hazlo hasta que se te quite. Y yo no sé si ya se me quitó, o si todavía no se me quita, pero después de nuestro fruto y de ti, las ganas de seguir regalándome con tales preseas conmemorativas no se me han quitado, y todavía me compadezco.

Nuestro blanco mito del blanco cisne surcador de frescos remansos entre blancas flores, fue transitando a la inversa el del gris polluelo que triunfó finalmente en la vida, hasta acabar bullendo en una sartén bien aceitada -la clara siempre blanca-, como en el anuncio televisivo del remedio antiagruras.

Siempre es por candor que suceden estas cosas. ¡Si alguien nos hubiese dicho que de perseguir perfumes se pasa a descubrir sus fuentes y de allí a querer poseerlas con todos los sentidos!

Es tan delicado, el amor...

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