miércoles, 4 de junio de 2008

para el falso R

Espero que conozcas los 20 nombres de la discreción de mi dedicatoria. El más joven tiene una mosca diminuta posada en el mentón, junto al labio núbil. Le sigue una gota de sangre que sólo sabe decir tres cosas. El tercer nombre es una calavera con una tea de ojos ardientes en su interior que calcina con criterio selectivo. El cuarto nombre puede gritarse, decirse y callarse de 200 maneras diferentes. El quinto solo sabe expresarse en la forma de deseo. El sexto es el caligrama japonés del silencio. El séptimo nombre vuela por el aire en la forma inmortal de una grulla. El octavo vence a las esfinges con su labia seductora. El noveno canta en las estaciones para inducir a los viajeros a seguir su camino. El décimo nombre es el número del secreto expuesto, el enigma de los géneros y las estaciones del año. El once es la capicúa que paga intereses por toda la eternidad. El doce se dedica a ponerle nombres a los héroes, a los planetas y a las verduras. La siguiente no menciona su nombre, pero ha decidido ser la mujer de negro. 14 es el número mínimo para tantas cosas... El quince abunda en cúpulas doradas y ciudades de madera, nombres como Arjánguelsk, Pushkin, Sans-Souci, y solos de cisne moribundo. Dieciséis veces podría repetir frenéticamente el nombre que dudo, y callo. El décimo séptimo nombre está tan fuera de si como el décimo octavo se pulveriza desde el nombre y se fuga hasta el número.Aquí, tal vez, en el último instante, debo intentar hablar de la agonía a la manera romántica y lúcida del siglo o dejarme llevar por su contrario ciclotímico y alabar los álamos y los sauces que inducen la tarde al amarillo. Pero a estas alturas debo guardar aliento para el mundo, la unidad doble, la totalidad, el andrógino primordial y todas las cosas que convoca con sólo ser el final nombre número veinte.