jueves, 15 de julio de 2010

Costumbres del ojo 1/ Libro

(ver en Territorio liberado)
Artsy people. Ya no uso lentes, ¿será mi ambiente natural? Nomás escribir esto, sentí por qué se supone que los diarios sean privados. Pero, ¿será posible lograr escribir para uno y para los demás al mismo tiempo? ¿O tener suficiente materia para poder escribir un diario y además otras cosas, en las que la autobiografía esté presente de manera menos voluntaria y explícita? Una visita a una galería, una experiencia común y ya hay un pretexto para teorizar. Una cuestión que no sé si valga la pena. Vivir en la teoría. Vivir en la práctica.

Jamás pensé que llegaría a un punto tan banalmente definitivo. ¿Es posible escribir un libro autobiográfico que tenga como título secreto Mi vida, instrucciones en desuso y que sirva para algo más que su peso en papel? ¿Vale tanto la frase “anoréxica de clóset, prostituta por necesidad emocional” como la de Carlos Fuentes “Bastan tres palabras para describirla: Bebe. Fuma. Envejece”? A veces es una lucha entre decir yo y decir él, el lector desdoblado en el escritor más pertinaz, contumaz y perspicaz que alguien haya podido jamás nombrar. El yo pobre que descubre apenas la posibilidad de que el amor posible no esté desde el inicio a mi altura de gigante y de dedal y el yo que puja por ser el que lo escriba todo sin concesiones, sin excluirse a sí mismo.

A lo mejor, como dice Fuentes: “El artista sabe mejor. Su arte no refleja la realidad. La funda”. Entonces de nuevo quedo en el mismo principio y en el mismo dilema. Me creí vuelto a nacer porque era capaz de enriquecer la memoria, de enriquecer el lenguaje, de darme el lujo de ser un trompe-l’oeil mejor que la realidad, pero resulta que la riqueza no está en su exuberancia sino en su independencia. Pero eso le daría una nueva fuerza a toda la literatura de la difuminación, de la desaparición, de la vaguedad y la indeterminación, la que clama únicamente que la memoria es una foto desvaída, un retrato general de desconocidos y que los nombres se escapan y se alejan implacablemente del escritor como del lector. Una frase más de Carlos Fuentes Woolf: “¿No habían sido indispensables estas etapas, en sí tan dispensables, para acumular instantes de percepción aislados pero que, sumados, la estaban conduciendo a una nueva conciencia, aún vaga, aún brumosa, de las cosas?”.

Si el heroísmo no es un proyecto voluntario entonces no hay literatura heroica, entonces la vida puede ser una fantasía habitable. Aunque haya lágrimas en los ojos del escritor y esa sea la forma de conmover a su lector, hay una distancia infranqueable, pues la literatura siempre es un proyecto voluntario, aunque sea experiencia, aunque sea la manifestación de una vivencia intransferible por otro medio que no sea literario. Formas claras de enunciar el mundo. Vidas en cuatro idiomas, itinerarios de tres puntos. El verano, puedes jurarlo, no es igual en todas partes. Resuena verde el arándano, amarilla la mora, dorada la grosella, insípida parentela de bayas y moras fantasmales. ¿Dónde estaba Platón superpuesto a la papaya?

Aunque sea revolucionaria, aunque sea salvadora, aunque sea catártica. La literatura no es heroica. Aunque sea una respuesta febril, una forma de reconfigurarnos y reconfigurar la realidad a nuestro alrededor, es siempre una elección. Y el heroísmo, en realidad, no tiene elección. Allí está el futuro.


Ilustración "Castle Two Boots" de Sergey Tyukanov.