domingo, 20 de junio de 2010

18 técnicas infalibles para mortificar al amado más prójimo

1. Nihilismo conductista: “– ¿Qué tienes? –Nada”. Funciona de maravilla cuando la víctima se halla de excelente humor.

2. La mártir nocturna sin transporte. Habla por sí mismo. Variante letal inefable: el susodicho ni a coche llega y se ve impelido a pedirle aventón a sus amigos. Si el hogar de la mártir se ubica en el Ajusco, mejor.

3. “Todo por amor”. Premisa estructural del que lo da todo sin reservas y sin expectativas (para víctimas que te hieren con su jactancia de tener una vida propia).

4. “Yo no soy un capricho de Goya, soy un ser humano”. Premisa de autodefensa ante la frase “ay, la verdad cansas”.

5. “Pues me voy” estrategia relámpago cuando la víctima se halla peligrosamente cerca de adquirir un nivel superior de conciencia y control de sus emociones (la distancia recorrida por el mártir en dirección opuesta a la víctima debe ser directamente proporcional a la intensidad y valor de sus sentimientos).

6. “Tenemos que hablar”. Ante todo, la felicidad es un constructo. Generosa propuesta para reactivar el lazo comunicacional cuando los hechos no superan a la ficción. Técnica con alto grado de sofisticación y dificultad aplicable en víctimas lacónicamente inexpertas.

7. “¿Yo, qué soy para ti?” Pregunta oportuna para ayudar a la víctima a tomar una decisión importante como cambiar de trabajo, presentar un examen de titulación o decidir su nuevo lugar de residencia.

8. “Cuéntamelo todo”, la infidelidad no acaba en su mera confesión. Su relato detallado por parte del acusado ayuda a fundamentar el rencor en aras de un cristiano perdón.

9. Clases y estratificación social. “Cada quien” indiscutible expresión de tolerancia necesaria para confirmar tu jerarquía social. Debe acompañarse con una mirada de solidaridad y sobre todo apoyo frente a elementos étnicos y culturales que están por demás fuera del control de la víctima.

10. “Primera y última vez que tolero algo semejante” estrategia reiterativa de control sobre la libertad de acción de la víctima. Perfecta contra individuos espontáneos, alegres e impulsivos.

11. El valor de la ubicuidad. “Pero yo te amo”. Expresión del incalculable valor de ser amado por uno. Indispensable cuando la víctima corra el riesgo de vivir cualquier experiencia sin nuestra amorosa omnipresencia.

12. Invalidando al Pípila. “Mi amor no es una lápida”. Manifestación purista y desinteresada de la libertad que otorga nuestra generosa capacidad de amar sin oprimir. Alivia a la víctima de su injusta sensación de asfixia.

13. “No te preocupes, yo también quiero que tomemos las cosas con calma”. Placebo tranquilizador ante eventos tales como el casual descubrimiento del vestido de novia en la cajuela o la casual visita inesperada de tus padres.

14. Existencialismo responsable. “Tu no eres culpable de mi desilusión”. Aclaración no pedida, acusación manifiesta que confirma nuestro honesto y claro diálogo interior.

15. El poder del perdón. “No te preocupes, nadie es perfecto, yo no soy quien para juzgarte”. Burbujeante coctel de culpa y reducción del valor del otro aderezado con el refrescante sabor de nuestra bondad.

16. Parásitos por amor. “Bueno, pero la próxima vez yo invito”. Cortés expresión del martirio de no poder evitar ser amado que sirve como eficaz conjuro contra cualquier malsano intento de comprar nuestro cariño.

17. La constante unicidad del amor. “No había amado a nadie tanto como a ti”. La más bella declaración de amor. Relajante confirmación de la constancia de nuestros sentimientos.

18. El amo del tiempo. “Perdón, pero cuando ya iba de salida mi hermano me pidió un aventón hasta Ciudad Neza”. “Es que fíjate que tuve una epifanía hoy en la mañana y me dejó alterado todo el día”. “Llevo media hora buscando estacionamiento”. Nunca es tarde para demostrar que los horarios son para gente esclavizada por el sistema, de espíritu burocrático e incapaz de comprender el flujo del Tao y de contemplar el devenir. Si el tiempo es, como dijo Norberto Elías, arbitrario y subjetivo, es obvio que sólo puede haber una medida individual de él: la tuya. El limbo en el que flotan los demás fuera de tu presencia sencillamente no existe. Sobre todo, nunca olvides lo insignificante que es la impuntualidad y jamás permitas que te la reclamen. ¿Acaso eso vale tu amor, tu amistad, tu presencia?