miércoles, 29 de diciembre de 2010

Costumbres del ojo 24 ┇ Final de nada




Hay un canto silencioso en la casa iluminada a medias. Viene de afuera y de adentro, pero no tiene nada de fantasmal o de singular: son los ruidos cotidianos que invocan lo extraordinario, la entrada abrupta del mundo.

Estoy en mi ciudad y no estoy en mi ciudad, pues me he vuelto casi ciudadano de varios sitios a la vez. Estoy embarcado en una serie de relatos en primera persona que se construyen todos a la vez, y se acallan e interrumpen mutuamente (es una manera de decirlo, no un reflejo de un problema psiquiátrico). A veces siento que mastico más de lo que puedo tragar.

Este año fue de trabajo incesante. Terminé proyectos personales de toda índole y comencé otros tantos que no acaban y tal vez terminen sólo cuando yo ya no esté presente para continuar con ellos. Esto es así siempre, no digo nada nuevo, pero los límites temporales en los que enmarcamos nuestra vida nos hace ver las cosas con ojos fatigados.

Cierro los ojos y no sueño despierto. Hay demasiados asuntos pendientes. Y cansancio. Pero por educación, por un modelo social bien aprendido, hay que agradecer. Así que pienso en los versos de un poema justamente titulado “Agradecimiento”, de la poeta polaca Wislawa Szymborska:


Debo mucho
a quienes no amo.

El alivio con que acepto
que son más queridos por otro.

La alegría de no ser yo
el lobo de sus ovejas.

[…]

Es gracias a ellos
que yo vivo en tres dimensiones,
en un espacio no-lírico y no-retórico,
con un horizonte real por lo móvil.

Pero prometo (me prometo, les prometo) hacer mi mejor esfuerzo, ser optimista, revelar secretos inocentes y candorosos en próximas entregas, volar por horizontes mejorados. Tal vez esta columna deprimida se debe a que estoy leyendo un libro deprimente, y no a tantas razones más verosímiles, si no más verdaderas.

También podría contarles que viajé a Chicago, y de lo que allí vi (reflejos de los edificios de la gran ciudad americana, el paseo del río, el anillo de trenes entre los rascacielos, un barrio mexicano cubierto por una tormenta blanca y un barrio sueco donde no pude almorzar albóndigas con salsa de arándano), y de la gente a la que allí conocí, y de la felicidad que me ha invadido en incontables instantes. Pero si escribiera sobre eso, tendría que empezar de nuevo, y no quiero. Por hoy, quiero seguir sólo esta línea deprimente, esta línea tediosa y cotidiana, ajena a la bulla de las fiestas, una pequeña venganza contra no sé qué. Ya veremos la próxima semana.


Imagen en su contexto: http://thepagansphinx.blogspot.com/2010/11/artist-of-week-and-abc-wednesday.html

Costumbres del ojo 23 ┇ Collage de invierno


1. John Ashbery

The path to the white moon

Where the winters grew white we went outside
To look at things again, putting on more clothes
This too an attempt to define
How we were being in all the surroundings

(De “El sendero hacia la luna blanca”. Traducción de Ignacio Infante)

Donde los inviernos se tornaron blancos nosotros salimos al exterior
para mirar las cosas de nuevo, poniéndonos más ropa
en otro intento de definir
cómo estábamos siendo en todos los ambientes)

2. Elizabeth Bishop

The Imaginary Iceberg

We'd rather have the iceberg than the ship,
although it meant the end of travel.
Although it stood stock-still like cloudy rock
and all the sea were moving marble.
We'd rather have the iceberg than the ship;
we'd rather own this breathing plain of snow
though the ship's sails were laid upon the sea
as the snow lies undissolved upon the water.
O solemn, floating field,
are you aware an iceberg takes repose
with you, and when it wakes may pasture on your snows?

(De “El Iceberg imaginario”. Versión de Jorge Capriata

Es mejor tener el iceberg que el barco,
aunque ello signifique el fin del viaje.
Aunque permanezca totalmente inmóvil como una nublada roca
y todo el mar fuera móvil mármol.
Es mejor tener el iceberg que el barco;
poseeríamos más bien esta llanura de nieve
aunque las velas del barco anduvieran por el mar
como la nieve yace no disuelta sobre el agua.
Oh, solemne y flotante campo,¿Te das cuenta que un iceberg reposa
contigo y cuando despierte puede pacer en sus nieves?)

3. Derek Walcott

Omeros, capítulo XLII

Snow brightening the linen, the pepper, salt domes, the gables
of the napkin, silencing Warsaw, feathering quiet Cracow;
then the raven’s wing flew again between the white tables.

(De Omeros, capítulo XLII

Nieve aclarando los manteles, la pimienta, los saleros, los frontones de las servilletas,
acallando Varsovia, barriendo la silenciosa Cracovia;
luego el ala del cuervo voló de nuevo entre las mesas blancas.)

martes, 21 de diciembre de 2010

Costumbres del ojo 22 ┇ Anciana poeta maldita y sus compinches


Miro la fotografía de Marcelina Desbordes-Valmore, tomada por el fotógrafo Nadar en 1854, que se conserva en el museo Getty. La ficha reza que la poetisa, de sesenta y ocho años, estaba en los últimos años de una carrera exitosa. Aceptó dejarse fotografiar con reticencia, consumida por la edad y “la crueldad del sol”. Pero no sólo el clima la había consumido: había visto morir a su hermano, dos hermanos, dos hijas y la mayoría de sus amigos cercanos en años recientes.

Pero hay algo más, algo raro y llamativo, en la fotografía de esta anciana de rostro feo y cansado: el traje de mangas ajustadas que termina en puños de encaje de donde salen unas manos gráciles y elegantes enfundadas en guantes negros, el peinado, la inclinación de la cabeza, todo parece pertenecer a una cara más joven, más bella, el retrato de una hermosa joven de pelo negro en la portada de “La dama de las camelias” que tuve alguna vez. Es el retrato de la poeta maldita original.

Los poetas malditos no existen. Sin embargo, el concepto es más popular que su poesía. En 1888 Paul Verlaine publicó la versión definitiva de su libro de ensayos “Les poètes maudits” que trataba de la obra de Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Auguste Villiers de L'Isle-Adam y el "Pauvre Lelian", anagrama de su propio nombre.

Este libro creó la leyenda de un poeta modelado en la imagen de Luzbel, ángel de luz con demasiada soberbia para conformarse a ser un siervo de Dios, que ha permanecido vigente hasta nuestros días y que mezcla en el mismo rebaño a escritores tan disímbolos como Cyrano de Bergerac, William Blake y Charles Bukowski.

La figura del ángel rebelde para representar al poeta maldito, que parece y es un lugar común, aparece ya sin embargo en el propio libro de Verlaine. Cuando habla de Rimbaud se refiere a él como a un hombre de cara “perfectamente oval de ángel en exilio”. Al referirse a Desbordes-Valmore usa nuevamente esa referencia: tras citar su poema “Los sollozos” se niega a seguir disecando a un “ángel semejante”.

Por doquier brota esa idea que hoy parece tan poco original y digna de las letras de las canciones menos inspiradas del rock, en donde la palabra ángel es repetida hasta el cansancio. Este es un fragmento del poema de Charles Baudelaire “Bendición”, que habría inspirado el libro de Verlaine:

El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosia y el néctar bermejo.

Los malditos son seres de otro mundo, que se alimentan de néctar y poesía, geniales (como Rimbaud), especiales y diferentes (como los miembros de las tribus urbanas que los idolatran), seductores (como Pita Amor). Son incomprendidos y bohemios, provocativos, no tienen respeto por los convencionalismos. Los caracteriza la arrogancia que da la certeza de la propia valía.

Como Rimbaud, como Villiers de L’Isle-Adam, como Sylvia Plath, han visitado el infierno: “Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde corrían todos los vinos, donde se abrían todos los corazones. Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié”. Desbordes también fue visitante asidua de ese infierno romántico de los sentimientos: “¡Dolor de los dolores; no poder agotar/ los sollozos que intentan por doquiera brotar!”

Los escritores deberían (ellos) tirar a la basura la idea de la gloria intrínseca de ser un poeta maldito junto con su edición de las “Cartas a un joven poeta” de Rilke y dedicarse a escribir sin preocuparse por no ser etiquetado. Esa es la despreocupación por las etiquetas. He dicho.

Para los que de todas maneras quieren gozar de fascinación por los ángeles caídos dejo aquí mi poema favorito de Marcelina Desbordes-Valmore, otro de Rimbaud, y un link a un sitio enfocado a este tipo de escritores de culto.

Marceline Desbordes-Valmore (1786-1859)

« Les roses de Saadi »

J'ai voulu ce matin te rapporter des roses ;
Mais j'en avais tant pris dans mes ceintures closes
Que les noeuds trop serrés n'ont pu les contenir.

Les noeuds ont éclaté. Les roses envolées
Dans le vent, à la mer s'en sont toutes allées.
Elles ont suivi l'eau pour ne plus revenir ;

La vague en a paru rouge et comme enflammée.
Ce soir, ma robe encore en est tout embaumée...
Respires-en sur moi l'odorant souvenir.


Arthur Rimbaud (1854-1891)

« Le dormeur du val »

C'est un trou de verdure où chante une rivière,
Accrochant follement aux herbes des haillons
D'argent ; où le soleil, de la montagne fière,
Luit : c'est un petit val qui mousse de rayons.

Un soldat jeune, bouche ouverte, tête nue,
Et la nuque baignant dans le frais cresson bleu,
Dort ; il est étendu dans l'herbe, sous la nue,
Pâle dans son lit vert où la lumière pleut.

Les pieds dans les glaïeuls, il dort. Souriant comme
Sourirait un enfant malade, il fait un somme :
Nature, berce-le chaudement : il a froid.

Les parfums ne font pas frissonner sa narine ;
Il dort dans le soleil, la main sur sa poitrine,
Tranquille. Il a deux trous rouges au côté droit.

Blog “Insólitos”: http://insolitosjp.blogspot.com/
Libro “Los poetas malditos” http://poetes.com/textes/ver_poemau.pdf

Costumbres del ojo 21 ┇ Un poema de amor en dos lenguas


Un poema de amor en dos lenguas

Cocína indígena del sur de la isla
oficios de pereza,
tórrido mundo pequeño
que se impregna al contacto.
Ya se me había olvidado todo:
el baño que gotea, las comidas copiosas,
los ruidos que trepan con las ansias de esta ciudad.

Quiero decir olvido y abandono
de lo que pasa en pro de lo que queda,
pero este era un poema de amor,
del amor de tus manos por mis ojos
y se volvió banal, rimado, rumoroso.

A la postre no sé lo que seremos,
caricias en el polvo,
muerte muerta,
así que dejaré la pluma y volveré a la cama.

martes, 7 de diciembre de 2010

Costumbres del ojo 20 ┇ De libros, listas y consumo cultural


Hoy que en Territorio Liberado hablamos de los libros más vendidos de este año, podemos revisar rápidamente cuáles son los mejores libros de todos los tiempos de acuerdo con una lista que publicó el diario inglés The Guardian.
La lista comprende las preferencias de 100 escritores de 54 países, está en orden alfabético, y el único libro que aparece en el tope de la lista es Don Quijote.
Ya que la lista está elaborada en este año, y dado que los escritores somos (o deberíamos ser) lectores profesionales, podemos ver la relación entre lo que consume el gran público y lo que lo que los escritores consideran (consideramos) modelos literarios.

En realidad hacer listas es una de mis pasiones, casi tan fuerte como el masoquismo: no he leído ni siquiera lo que he leído, pues lo que cuenta es el País de las Letras que me tiene vetada la entrada hasta nuevo aviso. Para entonces, habrá nuevas glorias recién escritas, y nuevos clásicos debidos a la expansión del canon occidental para incluir a cada vez más autores de todo el mundo.
Yo comentaré aquí brevísimamente los pocos libros que conozco.
1. Chinua Achebe, Nigeria, (b. 1930), “Todo se desmorona”. Ni idea, pero dicen que es la respuesta africana a “El corazón de las tinieblas” y que es el primero de una serie que aborda de manera genial la colonización y la descolonización de África. Habrá que leerlo.
2. Hans Christian Andersen, Dinamarca, (1805-1875), “Cuentos”. Son mejores de lo que parecen, sobre todo “La reina de las nieves”.
3. Jane Austen, Inglaterra, (1775-1817), “Orgullo y prejuicio”. Uno de los libros más “visibles” y el antecedente directo de la cursilería contemporánea, no tiene sin embargo nada de cursi, sino todo lo contrario. Es la visión más descarnada y racional de los roles femeninos en una sociedad donde los sentimientos eran considerados moneda de cambio.
4. Honoré de Balzac, Francia, (1799-1850), “Papá Goriot”. O como decimos en México… “La Neta”. Quiero renacer en la rechoncha persona de Balzac para poder escribir este libro y “La piel de Zapa”.
5. Samuel Beckett, Irlanda, (1906-1989), Trilogía: “Molloy”, “Malone muere”, “El innombrable”. La verdad, yo prefiero “Esperando a Godot”, esta trilogía se me atora.
6. Giovanni Boccaccio, Italia, (1313-1375), “El Decamerón”. El padre de todos los marcos narrativos europeos es este libro escapista, deleite de refugiados de la Muerte Negra.
7. Jorge Luis Borges, Argentina, (1899-1986), “Ficciones”. El que conozca un escritor más influyente para en la literatura contemporánea, que tire la primera piedra.
8. Emily Brönte, Inglaterra, (1818-1848), “Cumbres borrascosas”. Diría que es la madre de todos los melodramas truculentos posteriores, pero creo que parte de su encanto es que es absolutamente irrepetible.
9. Albert Camus, Francia, (1913-1960), “El extranjero”. Si alguien piensa en The Cure, lo busco y le pego un tiro. Este libro inventó la identidad del ser humano en el siglo XX.
10. Paul Celan, Rumania/Francia, (1920-1970), “Poemas”. Gulp. Gulp. Gulp. Casi no conozco la poesía de Celan, considerado el más grande poeta en alemán de la segunda mitad del siglo XX. La traducción de José Luis Reina Palazón se ganó el Premio Nacional a la mejor traducción literaria de 1999 en España.
11. Louis-Ferdinand Celine, France, (1894-1961), “Viaje al fin de la noche”. Otro vacío en mi biblioteca, que por algún prejuicio, del que no soy consciente, no me apura tanto.
12. Miguel de Cervantes Saavedra, España, (1547-1616), “El ingenioso Hidalgo Don Quijote de La
Mancha”. ¿Qué decir de la primera novela moderna europea que no hayan dicho ya todos los grandes críticos del mundo?
13. Geoffrey Chaucer, Inglaterra, (1340-1400), "Los cuentos de Canterbury". El padre del inglés moderno describió prácticamente todos los estamentos de la sociedad inglesa empleando todas las técnicas literarias habidas en su tiempo. No me canso de leerlo.
14. Anton P. Chéjov, Rusia, (1860-1904), “Cuentos”. Mi favorito es “La Mariposa”, personaje con el cual identifico a tanta gente… incluido yo.
15. Joseph Conrad, Polonia/Inglaterra, (1857-1924), “Nostromo”. Conrad es mi más grande reto, pero me esperaré para tener el nivel de inglés necesario para entenderlo (los pretextos que uno se inventa…).
16. Dante Alighieri, Italia, (1265-1321), "La Divina Comedia". El libro que inventó la literatura moderna europea contiene más humor del que nadie se imagina en nuestros días.
17. Charles Dickens, Inglaterra, (1812-1870), "Grandes esperanzas". Sólo he visto la película de mi compatriota Alfonso Cuarón, con una actuación maravillosa de Anne Bancroft. Lo que no justifica que sea un pasmarote y no haya leído la novela, of course.
18. Denis Diderot, Francia, (1713-1784), "Jacques el fatalista". Chale, y eso que estudié letras francesas. Tache.
19. Alfred Doblin, Alemania, (1878-1957), "Berlin Alexanderplatz". No llegué ni a la serie de televisión de Fassbinder…
20. Fyodor M Dostoievski, Rusia, (1821-1881), "Crimen y castigo"; "El Idiota"; "Los demonios"; "Los hermanos Karamazov". Pues sí, como les iba yo diciendo… nada más he leído “Crimen y castigo”.
21. George Eliot, Inglaterra, (1819-1880), “Middlemarch”. George Elliot… George Elliot… esto es una humillación pública, caray.
22. Ralph Ellison, Estados Unidos, (1914-1994), "El hombre invisible". No es la de novela de H.G. Wells que leí en mi adolescencia, sino la Bildungsroman de un afroamericano que se siente socialmente invisible.
23. Eurípides, Grecia, (c 480-406 BC), “Medea”. Otra obra que es necesario ver representada para sentirla. O filmada: la versión de Pasolini con María Callas es gloriosa, aun si se refiere más al mito que a la tragedia euripidiana.
24. William Faulkner, Estados Unidos, (1897-1962), “Absalom, Absalom”; “El ruido y la furia”. Si hay un autor que encarne el modernismo en Estados Unidos, es él. Todos lo veneramos, pocos lo leemos.
25. Gustave Flaubert, Francia, (1821-1880), “Madame Bovary”; “Una educación sentimental”. "Mi pobre Bovary sufre y llora en veinte aldeas de Francia" dijo Flaubert, y se quedó corto. Madame Bovary es una obra maestra de la misoginia internalizada, que por desgracia sigue vigente en programas tan “brillantes” como “The Real Housewives of Orange County”.
26. Federico Garcia Lorca, España, (1898-1936), “Baladas gitanas”. Tan poeta como dramaturgo,
a mí se me han quedado más “La casa de Bernarda Alba” y las “Bodas de Sangre”: “Me mojé las manos de sangre y me las lamí con la lengua. Porque era mía. Tú no sabes lo que es eso. En una custodia de cristal y topacios pondría yo la tierra empapada por ella”.
27. Gabriel García Márquez. Colombia, (b. 1928), “Cien años de soledad”; “El amor en los tiempos del cólera”. Por un largo tiempo estuve peleado con estos libros, tal vez porque adopté prejuicios ajenos. Ahora pienso que tienen el doble valor de representar su tiempo (de manera totalmente realista), y de desbordarse hacia confines literarios y lingüísticos muy lejanos, pero no tanto que no podamos cruzarlos a nado.
28. “Gilgamesh”, Mesopotamia (c 1800 BC). Si lo leí alguna vez, lo juro, pero si lo leyera de nuevo ahora, sería otro libro.
29. Johann Wolfgang von Goethe, Alemania, (1749-1832), “Fausto“. Para “Fausto“, el de Marlowe. Lo mejor de Goethe está para mi gusto entre “Las afinidades electivas” y “Las cuitas del joven Werther”.
30. Nikolai Gogol, Rusia, (1809-1852), “Almas muertas”. Ahh, aquí sí puedo decirles con toda confianza que lo leí, lo gocé, me reí, aprendí y más. Un gran libro, una sátira benigna y el espejo del alma rusa.
31. Gunter Grass, Alemania, (b.1927), “El tambor de hojalata”. Como Faulkner, retrata los modismos lingüísticos de la zona que describe. Me espero para espero para leerlo en alemán. Algún día.
32. Joao Guimaraes Rosa, Brasil, (1880-1967), “Gran Sertón: Veredas”. ¿Soy yo o hay menos traducciones de las que debería haber de literatura brasileña en México? Yo me quedo, seguramente por ignorante, con “Doña Flor y sus dos maridos” de Jorge Amado.
33. Knut Hamsun, Noruega, (1859-1952), “Hambre”. Bueno, no leí este, pero sí otro libro excelente sobre un vagabundo que iba de pueblo en pueblo trabajando, titulado “Bajo las estrellas de otoño”.
34. Ernest Hemingway, Estados Unidos, (1899-1961), “El Viejo y el mar”. ¿Really? No sé. Pero el inglés nunca volvió a ser el mismo. Se volvió clarísimo, casi telegráfico.
35. Homero, Grecia, (c 700 BC), “La Ilíada” y “La Odisea”. Hay gente que vuelve a ellos cada
año. Yo no. Pero son ineludibles. Si uno es de un extraño lugar donde no se lean, debería leerlos para poder entender el mundo actual y buena parte de sus derivaciones mitológico-literarias, de “Ulysses” de Joyce a “Omeros” de Walcott.
36. Henrik Ibsen, Noruega (1828-1906), “La casa de muñecas”. Ya la leí, ya la vi, ya sufrí, ya reí, y creo que se pondrá de moda de nuevo hasta el próximo siglo.
37. “El libro de Job”, Israel. (600-400 BC). Este libro y el “Cantar de los cantares” son, para mí, lo mejor del “Viejo Testamento”. ¿Quién los habrá escrito?
38. James Joyce, Irlanda, (1882-1941), “Ulysses”. Hay hasta el día “Bloomsday”, y no hay quien no sepa de qué se trata. Es sobre un tipo que se despierta convertido en cucaracha, ¿no?
39. Franz Kafka, Bohemia, (1883-1924), “Cuentos completos”; “El proceso”; “El Castillo”. En mi casa no había libros de Kafka porque decían que estaba loco, (¡puritanos ateos!) y porque además basta con vivir en México y hacer un trámite sin simplificación administrativa para vivirlo sin necesidad de leerlo.
40. Kalidasa, India, (c. 400), “Śakuntalā”. Con ese nombre, debe de ser un libro bellísimo.
41. Yasunari Kawabata, Japón, (1899-1972), “El rumor de la montaña”. Justo ese no lo he leído, pero “Lo bello y lo triste” fue para mi adolescencia lo que son hoy los libros de Stephenie Meyer para muchas (y muchos) adolescentes.
42. Nikos Kazantzakis, Greece, (1883-1957), “Zorba el griego”. Pues sé que hay un musical…
43. D.H. Lawrence, Inglaterra, (1885-1930), “Hijos y amantes”. Hace mucho había una película cuasi soft porno basada en “El amante de Lady Chatterly”, así que no sabía que pensar. Luego leí “Mujeres enamoradas”, y me desesperaba la Importancia Que Tenía Cada Palabra Y Cada Sentimiento De Cada Personaje… pero al leerlo en voz alta, me di cuenta de que cada frase era gloriosa. Así que éste definitivamente sí está en mi lista de pendientes a corto plazo.
44. Halldor K. Laxness, Islandia, (1902-1998), “Gente independiente”. Islandia es una isla muy al norte del mundo, llena de volcanes, donde una cantante chiquitita llamada Björk es el principal producto de exportación. Pero bueno, a lo mejor con la saga de moda sobre la chica del tatuaje del dragón se pone de moda encontrar joyas nórdicas ignotas.
45. Giacomo Leopardi, Italia, (1798-1837), “Poesía completa”. Uno de los grandes genios de la humanidad y gloria del Romanticismo más pesimista, que merecería ser mucho más leído.
46. Doris Lessing, Inglaterra, (b.1919), “El cuaderno dorado”. Otro hueco en mi lista y en mi
biblioteca.
47. Astrid Lindgren, Suecia, (1907-2002), “Pippi Medias largas”. Pues no, pero había una serie animada sobre esta, la niña más fuerte del mundo… ¿Y dónde quedó Selma Lagerlöf y el maravilloso viaje de Niels Holgersson montado sobre un ganso?
48. Lu Xun, China, (1881-1936), “Diario de un loco y otras historias”. La literatura china era canónica en la parte Este del mundo, y alguien muy valiente debería hacer una cruzada para darla a conocer.
49. Mahabharata, India, (c 500 BC). Otro clásico indio. El peso de tanta literatura épica es casi tan grande como el de mi ignorancia.
50. Naguib Mahfouz, Egypt, (b. 1911), “Hijos de nuestro barrio”. Pues no he leído a Nagub Mahfouz, quien por lo que veo fue un escritor prolífico y venerado. Las películas basadas en sus libros, por otra parte, no son muy invitantes (“El callejón de los milagros”, “Principio y fin”).
51. Thomas Mann, Alemania, (1875-1955), “Buddenbrook”; “La montaña mágica”. Creo que la mayoría conoce más al pobre profesor pederasta en potencia de “Muerte en Venecia”. Pero son libros ineludibles para entender el siglo XX.
52. Herman Melville, Estados Unidos, (1819-1891), “Moby Dick”. Otro clásico mucho más comentado que leído en nuestras latitudes. Y en las de arriba.
53. Michel de Montaigne, Francia, (1533-1592), “Ensayos”. Le tomó una vida escribirlos, así que tenemos toda una vida para leerlos. En francés, con el diccionario de latín al lado. Los highlights no valen la pena.
54. Elsa Morante, Italia, (1918-1985), “Historia”. ¿Elsa Morante? ¿En serio? No Carlo Emilio Gadda. Elsa Morante. ¿Quién hizo esta lista?
55. Toni Morrison, Estados Unidos, (b. 1931), “Amada”. Elegida y elogiada por todos y todas como La Voz de los Estados Unidos, quería escribir novelas como Ella Fitzgerald y Nina Simone cantaban canciones. Para muchos lo logró. Yo sigo esperando la oportunidad para comprobarlo.
56. Shikibu Murasaki, Japón, (N/A), “La novela de Genji” Ya terminé la primera parte, pero no me alcanzó para la segunda, pues las ediciones de Atalanta son carísimas, así que sólo puedo decirles que la primera mitad es una de las mejores primeras mitades de la historia de la literatura. Y la primera novela psicológica, mientras no se descubran las joyas literarias perdidas de Mesopotamia, o Laos, o algo así.
57. Robert Musil, Austria, (1880-1942), “El hombre sin atributos”. Y yo, que sí creo haberla leído, soy El hombre sin memoria.
58. Vladimir Nabokov, Rusia/Estados Unidos, (1899-1977), Lolita. Pues el nombre ya se volvió una palabra de uso corriente. Además de dos películas exitosas. Nabokov es una de las mejores importaciones estadounidenses del siglo XX.
59. Njaals Saga, Islandia (c 1300). Una saga sobre la inteligencia en la islandia medieval. Islandés sí no voy a aprender en mucho tiempo...
60. George Orwell, Inglaterra, (1903-1950), “1984”. No era ciencia ficción, era más bien una obra política visionaria, un poco como la obra de Swift. Ja, no es cierto, no tengo idea, sólo he leído un panfleto sobre el idioma inglés y como ha decaído.
61. Ovidio, Italia, (c 43 BC), “Las metamorfosis”. Otra obra que debemos leer más, no por su innegable estatura de clásico, sino por su cercanía con nosotros. Hay una versión de Ted Hughes.
62. Fernando Pessoa, Portugal, (1888-1935), “Libro del desasosiego”. Pues yo he creo que “Tabaquería” es ya una de esas obras, como “La tierra gasta”, que ha alcanzado un estatus de ícono cultural. Gran poema.
63. Edgar Allan Poe, Estados Unidos. (1809-1849), “Cuentos completos”. Uno de los pocos escritores que sí es tan leído como influyente.
64. Marcel Proust, Francia, (1871-1922), “En busca del tiempo perdido”. Y pensar que André Gide no quiso publicarlo en Gallimard porque pensó que era una especie de cronista de sociales.
65. Francois Rabelais, Francia, (1495-1553), Gargantua y Pantagruel. Desde Rabelais, la literatura francesa no ha vuelto a ser la misma. Por su verbosidad, por su humor, por su sabiduría, por su poder. Ahora la distancia los hace menos instantáneamente divertidos, pero si logramos brincar la barda, son para tirarse al piso y retorcerse.
66. Juan Rulfo, México, (1918-1986), Pedro Páramo. Aquí si no hay pretexto que valga. A leer. Sólo tiene este y “El llano en llamas".
67. Jalal ad-din Rumi, Afghanistan, (1207-1273), “Mathnawi”. (Volteo discretamente hacia otro lado).
68. Salman Rushdie, India/Inglaterra, (b. 1947), “Hijos de la medianoche”. Su bella esposa dirige un reality show de chefs, ¿sabían?
69. Sheikh Musharrif ud-din Sadi, Iran, (c 1200-1292), “El huerto”. Aquí es donde uno reconoce humildemente su eurocentrismo y casi se retira.
70. Tayeb Salih, Sudan, (b. 1929), “Season of Migration to the North”. O aquí…
71. Jose Saramago, Portugal, (b. 1922), “Ensayo sobre la ceguera”. Pues todavía no lo leo, pero es tan popular que probablemente para cuando llegue a él ya habrá sido editado en una versión buena y muy barata.
72. William Shakespeare, Inglaterra, (1564-1616), “Hamlet”; “King Lear”; “Othello”. Sí, sí y sí. (Ufff). Y hasta “Macbeth”, y “Romeo y Julieta”, y “La tempestad”. La que no, por otra parte, es “Ricardo II”, que tal vez sea la mejor desde el punto de vista poético.
73. Sófocles, Grecia, (496-406 BC), “Edipo rey”. Cuando Michel Foucault escribió su conferencia “¿Qué es un autor?” y mencionó a los generadores de discursividad, probablemente tenía en mente fenómenos como el “complejo de Edipo” de Freud.
74. Stendhal, Francia, (1783-1842), “Rojo y negro”. Por si alguien no lo sabe, Stendhal dedicó su obra a los “happy few” (que hasta yo he copiado para mi ficha biográfica en esta columna), pues sabía que sus libros eran la hostia consagrada y de una modernidad apabullante.
75. Laurence Sterne, Irlanda, (1713-1768), “Vida y opiniones de Tristram Shandy”. Un libro más que queda en mi lista de pendientes por leer muy pronto.
76. Italo Svevo, Italia, (1861-1928), “La conciencia de Zeno”. Joyce lo aclamó. Se le estudia en los cursos de literatura. Tiene denominación de origen. (No, no lo he leído, gracias).
77. Jonathan Swift, Irlanda, (1667-1745), “Los viajes de Gulliver”. Divertidos, geniales, actuales. Pero casi prefiero “Una modesta propuesta” (para acabar con el hambre en Irlanda devorando bebés).
78. Leo Tolstoy, Rusia, (1828-1910), “La Guerra y la Paz”; “Anna Karénina”; “La Muerte de Iván Ilich y otras historias”. Ok, reconozco que de estos sólo he leído “Anna Karénina”, pero a mi favor puedo decir que también leí “Resurrección” y es gloriosa. ¿A ver?
79. “Las mil y una noches”. India/Iran/Iraq/Egypt, (700-1500). Mi libro favorito. Antes de que en Europa escribieran Bocaccio y Chaucer, antes de que se pusieran de moda los cuentos populares, existía ya este gigantesco y variopinto grupo de relatos, a cual más apasionante. Es como cuando en Europa te ponían sanguijuelas para curarte la peste y en Egipto había hospitales con pabellones separados con agua corriente y tratados de anatomía.
80. Mark Twain, Estados Unidos, (1835-1910), “Las aventuras de Huckleberry Finn”. Sí, es grande, pero he oído decir que sus libros “para adultos” son incluso mejores.
81. Valmiki, India, (c 300 BC), “El Ramayana”. Y dale con las epopeyas que no he leído. Grrr.
82. Virgilio, Italia, (70-19 BC), “La Eneida”. Sólo los romanos pudieron inventarse una genealogía que venía desde los perdedores de una guerra y salirse con la suya.
83. Walt Whitman, Estados Unidos, (1819-1892), “Hojas de hierba”. Otro poeta tan bueno como leído. “En el jardín de enfrente de una vieja casa, junto a la cerca blanca,hay un arbusto grande de lilas con sus hojas en forma de corazón verde brillante,lleno de puntiagudos capullos delicados, con el perfume firme que amo, cada hoja un milagro - Y de este arbusto con sus capullos delicadamente coloreados y las hojas en forma de corazón verde brillante,corto una rama con su flor".
84. Virginia Woolf, Inglaterra, (1882-1941), “Mrs. Dalloway”; “Al faro”. Si alguien duda de que las mujeres sean tan buenas escritoras como los hombres (estilo Luis González de Alba) su condena en el purgatorio debería ser oír las obras completas de Virginia Woolf. Seguro que así se redime y llega al cielo.
85. Marguerite Yourcenar, Francia, (1903-1987), “Memorias de Adriano”. Les juro que no estaba en el programa de literatura francesa del siglo XX cuando yo estudié la carrera. Shame on me!

Costumbres del ojo 19 ┇ Relatillos y relatores


1. En un rincón de la colonia Narvarte de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía un músico metido a actor de teatro que se creía muy gracioso. Este era uno de sus chistes favoritos:

“–Pregúntame cuál es secreto de mi éxito como comediante. –¿Cuál es el secreto de tu éxito como c...? –¡Timing!”

La verdad, me reía mucho al oírlo, tanto que lo recuerdo perfectamente. La velocidad, la instantaneidad y la frescura son valores teatrales, pero también retóricos.

Ya habló de eso Ítalo Calvino en sus "Seis propuestas para el próximo milenio" (en realidad 7 conferencias que iba a dictar), al contar la historia del Chuang Tzu, pintor chino de cangrejos que quería un palacio con sirvientes y cinco años para hacer su trabajo, y que después de una prórroga por el mismo tiempo dibujó en un solo trazo de tinta el cangrejo más perfecto jamás dibujado. Lo mismo podría decirse del primer gran humanista universal que dio Europa, Erasmo de Rotterdam:Escribió su "Elogio de la locura" (o de la estulticia, como prefieran) en un único gesto continuado por siete días, como el cangrejo de Chuang Tzu. Pero primero tuvo una vida entera para convertirse en quien era.

La rapidez, sin embargo, es sólo eficaz si se acelera con precisión. Debe ser certera y no borrosa, por eso es que funciona tan bien en un chiste.

Pero la brevedad no necesariamente tiene que ver la rapidez. Nada menos rápido que ese otro cuento ultra célebre de Augusto Monterroso sobre el que despertó, y el dinosaurio. Es en realidad una rendijilla por la que se cuela la historia, mucho más grande. Otro ejemplo de esta literatura del mundo que se deja ver por una resquicio es este haikú del escritor peruano Javier Sologuren: “La tinta en el papel./ El pensamiento/ deja su noche.

Acá ya estamos entrando en otro terreno. Calvino, como buen escritor analítico, prefería en realidad la precisión a cualquier otro valor literario. Pero en muchos casos la brevedad no tiene que ver necesariamente con la precisión, aunque esta nos guste. ¿Qué más vago que este otro haikú de Basho que dice literalmente “Pino hongo/ignorancia hoja del árbol/adherencia?” John Cage propone dos versiones: “Lo desconocido/une/ hongo y hoja” y “¿Qué hongo? ¿Qué hoja?”

Ahora Umberto Eco defiende el sentido literal, pero hubo un tiempo en que defendía a toda costa la polisemia y la apertura de los textos como características intrínsecas, es decir, la vaguedad a todo lo que da.

De hecho, hay quien dice que la vida de los géneros literarios ocurre a partir de la tensión entre la violación entre unas formas establecidas y el respeto a esa misma herencia, que permite la inteligibilidad.

Eso es lo que ocurre tal vez con la literatura escrita en twitter. Se dicen tantas cosas sobre el interés que generan los relatos, microrelatos, minirelatos, y demás historias en miniatura, que uno pensaría que hay una explosión demográfica de narradores. Pero no, lo que hay es un montón de escritores de aforismos, pensamientos, reflexiones, sentencias, máximas, refranes, frases ingeniosas, o poemas cortísimos, generalmente en prosa.

Los verdaderos relatos cortos, con una situación inicial, desarrollo y cambio de la mentada situación, son casi imposibles de encontrar. Y no tiene por qué ser de otra forma. Esperemos el advenimiento de nuevas combinatorias exclusivas, y luego, por favor, su decadencia.

2. De pronto me volví mucho más voraz: de tiempo, de emociones, de experiencias. Quiero vivir cada momento lleno, me aburre el vacío y me canso, me alejo, abandono. Será que ya viví demasiado tiempo creyendo y esperando. Ahora paso por todo con esperanza pero con menos ansiedad. Lo que doy no me vacía, me equilibra como una compuerta.