miércoles, 29 de diciembre de 2010

Costumbres del ojo 24 ┇ Final de nada




Hay un canto silencioso en la casa iluminada a medias. Viene de afuera y de adentro, pero no tiene nada de fantasmal o de singular: son los ruidos cotidianos que invocan lo extraordinario, la entrada abrupta del mundo.

Estoy en mi ciudad y no estoy en mi ciudad, pues me he vuelto casi ciudadano de varios sitios a la vez. Estoy embarcado en una serie de relatos en primera persona que se construyen todos a la vez, y se acallan e interrumpen mutuamente (es una manera de decirlo, no un reflejo de un problema psiquiátrico). A veces siento que mastico más de lo que puedo tragar.

Este año fue de trabajo incesante. Terminé proyectos personales de toda índole y comencé otros tantos que no acaban y tal vez terminen sólo cuando yo ya no esté presente para continuar con ellos. Esto es así siempre, no digo nada nuevo, pero los límites temporales en los que enmarcamos nuestra vida nos hace ver las cosas con ojos fatigados.

Cierro los ojos y no sueño despierto. Hay demasiados asuntos pendientes. Y cansancio. Pero por educación, por un modelo social bien aprendido, hay que agradecer. Así que pienso en los versos de un poema justamente titulado “Agradecimiento”, de la poeta polaca Wislawa Szymborska:


Debo mucho
a quienes no amo.

El alivio con que acepto
que son más queridos por otro.

La alegría de no ser yo
el lobo de sus ovejas.

[…]

Es gracias a ellos
que yo vivo en tres dimensiones,
en un espacio no-lírico y no-retórico,
con un horizonte real por lo móvil.

Pero prometo (me prometo, les prometo) hacer mi mejor esfuerzo, ser optimista, revelar secretos inocentes y candorosos en próximas entregas, volar por horizontes mejorados. Tal vez esta columna deprimida se debe a que estoy leyendo un libro deprimente, y no a tantas razones más verosímiles, si no más verdaderas.

También podría contarles que viajé a Chicago, y de lo que allí vi (reflejos de los edificios de la gran ciudad americana, el paseo del río, el anillo de trenes entre los rascacielos, un barrio mexicano cubierto por una tormenta blanca y un barrio sueco donde no pude almorzar albóndigas con salsa de arándano), y de la gente a la que allí conocí, y de la felicidad que me ha invadido en incontables instantes. Pero si escribiera sobre eso, tendría que empezar de nuevo, y no quiero. Por hoy, quiero seguir sólo esta línea deprimente, esta línea tediosa y cotidiana, ajena a la bulla de las fiestas, una pequeña venganza contra no sé qué. Ya veremos la próxima semana.


Imagen en su contexto: http://thepagansphinx.blogspot.com/2010/11/artist-of-week-and-abc-wednesday.html

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