martes, 21 de diciembre de 2010
Costumbres del ojo 22 ┇ Anciana poeta maldita y sus compinches
Miro la fotografía de Marcelina Desbordes-Valmore, tomada por el fotógrafo Nadar en 1854, que se conserva en el museo Getty. La ficha reza que la poetisa, de sesenta y ocho años, estaba en los últimos años de una carrera exitosa. Aceptó dejarse fotografiar con reticencia, consumida por la edad y “la crueldad del sol”. Pero no sólo el clima la había consumido: había visto morir a su hermano, dos hermanos, dos hijas y la mayoría de sus amigos cercanos en años recientes.
Pero hay algo más, algo raro y llamativo, en la fotografía de esta anciana de rostro feo y cansado: el traje de mangas ajustadas que termina en puños de encaje de donde salen unas manos gráciles y elegantes enfundadas en guantes negros, el peinado, la inclinación de la cabeza, todo parece pertenecer a una cara más joven, más bella, el retrato de una hermosa joven de pelo negro en la portada de “La dama de las camelias” que tuve alguna vez. Es el retrato de la poeta maldita original.
Los poetas malditos no existen. Sin embargo, el concepto es más popular que su poesía. En 1888 Paul Verlaine publicó la versión definitiva de su libro de ensayos “Les poètes maudits” que trataba de la obra de Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Auguste Villiers de L'Isle-Adam y el "Pauvre Lelian", anagrama de su propio nombre.
Este libro creó la leyenda de un poeta modelado en la imagen de Luzbel, ángel de luz con demasiada soberbia para conformarse a ser un siervo de Dios, que ha permanecido vigente hasta nuestros días y que mezcla en el mismo rebaño a escritores tan disímbolos como Cyrano de Bergerac, William Blake y Charles Bukowski.
La figura del ángel rebelde para representar al poeta maldito, que parece y es un lugar común, aparece ya sin embargo en el propio libro de Verlaine. Cuando habla de Rimbaud se refiere a él como a un hombre de cara “perfectamente oval de ángel en exilio”. Al referirse a Desbordes-Valmore usa nuevamente esa referencia: tras citar su poema “Los sollozos” se niega a seguir disecando a un “ángel semejante”.
Por doquier brota esa idea que hoy parece tan poco original y digna de las letras de las canciones menos inspiradas del rock, en donde la palabra ángel es repetida hasta el cansancio. Este es un fragmento del poema de Charles Baudelaire “Bendición”, que habría inspirado el libro de Verlaine:
El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo cuanto bebe y en todo cuanto come,
Encuentra la ambrosia y el néctar bermejo.
Los malditos son seres de otro mundo, que se alimentan de néctar y poesía, geniales (como Rimbaud), especiales y diferentes (como los miembros de las tribus urbanas que los idolatran), seductores (como Pita Amor). Son incomprendidos y bohemios, provocativos, no tienen respeto por los convencionalismos. Los caracteriza la arrogancia que da la certeza de la propia valía.
Como Rimbaud, como Villiers de L’Isle-Adam, como Sylvia Plath, han visitado el infierno: “Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde corrían todos los vinos, donde se abrían todos los corazones. Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié”. Desbordes también fue visitante asidua de ese infierno romántico de los sentimientos: “¡Dolor de los dolores; no poder agotar/ los sollozos que intentan por doquiera brotar!”
Los escritores deberían (ellos) tirar a la basura la idea de la gloria intrínseca de ser un poeta maldito junto con su edición de las “Cartas a un joven poeta” de Rilke y dedicarse a escribir sin preocuparse por no ser etiquetado. Esa es la despreocupación por las etiquetas. He dicho.
Para los que de todas maneras quieren gozar de fascinación por los ángeles caídos dejo aquí mi poema favorito de Marcelina Desbordes-Valmore, otro de Rimbaud, y un link a un sitio enfocado a este tipo de escritores de culto.
Marceline Desbordes-Valmore (1786-1859)
« Les roses de Saadi »
J'ai voulu ce matin te rapporter des roses ;
Mais j'en avais tant pris dans mes ceintures closes
Que les noeuds trop serrés n'ont pu les contenir.
Les noeuds ont éclaté. Les roses envolées
Dans le vent, à la mer s'en sont toutes allées.
Elles ont suivi l'eau pour ne plus revenir ;
La vague en a paru rouge et comme enflammée.
Ce soir, ma robe encore en est tout embaumée...
Respires-en sur moi l'odorant souvenir.
Arthur Rimbaud (1854-1891)
« Le dormeur du val »
C'est un trou de verdure où chante une rivière,
Accrochant follement aux herbes des haillons
D'argent ; où le soleil, de la montagne fière,
Luit : c'est un petit val qui mousse de rayons.
Un soldat jeune, bouche ouverte, tête nue,
Et la nuque baignant dans le frais cresson bleu,
Dort ; il est étendu dans l'herbe, sous la nue,
Pâle dans son lit vert où la lumière pleut.
Les pieds dans les glaïeuls, il dort. Souriant comme
Sourirait un enfant malade, il fait un somme :
Nature, berce-le chaudement : il a froid.
Les parfums ne font pas frissonner sa narine ;
Il dort dans le soleil, la main sur sa poitrine,
Tranquille. Il a deux trous rouges au côté droit.
Blog “Insólitos”: http://insolitosjp.blogspot.com/
Libro “Los poetas malditos” http://poetes.com/textes/ver_poemau.pdf
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