(ver en Territorio Liberado)
1. Frente a un Ulises en el que el hipotexto funciona como metáfora, en Viernes o los limbos del Pacífico Michel Tournier retoma la anécdota del relato de Defoe, pero el nuevo Robinson Crusoe es un ser en busca de su identidad. Es “la destrucción de toda traza de civilización en un hombre sometido a la prueba decapante de una soledad inhumana”. La construcción de un orden civilizado tiene solo un carácter transitorio pero insuficiente para mostrar las etapas de construcción de una vida propia: “Entonces fue cuando una estatua de barro se animó a su vez y resbaló entre los juncos. Robinson no sabía ya cuanto tiempo hacía que había perdido su último harapo en las espinas del breñal. Por otra parte, ya no temía el ardor del sol porque una costra de excrementos secos cubría su espalda, sus flancos y sus muslos. Su barba y su pelo se entremezclaban y su pelo desaparecía en esa maraña hirsuta. Sus manos, convertidas en muñones ganchudos, no le servían más que para caminar, porque era presa de vértigo cada vez que trataba de ponerse en pie”.
2. Las huellas de la cultura, la permanencia del lenguaje, el marasmo del fango de la memoria, el anacronismo de la vida, el capital como sistema de aprehensión del mundo: “Compruebo hoy la locura y la maldad de los que calumnian esta institución divina: ¡el dinero! El dinero espiritualiza lo que toca otorgándole una dimensión a su vez racional –mensurable- y universal –puesto que un bien acuñado se vuelve virtualmente accesible a todos los hombres. La venalidad es una virtud cardenal. El hombre venal sabe hacer callar sus instintos homicidas y asociales –sentimiento del honor, amor propio, patriotismo, ambición política, fanatismo religioso, racismo- para no dejar hablar otra cosa que su propensión a la cooperación, su placer por los cambios fructíferos, su sentido de la solidaridad humana”.
3. La muerte de las falsas dicotomías, la traición entendida como libertad, la deconstrucción de la civilización, la fuerza del caos del falso demiurgo opuesta al orden natural, el sentido de la domesticación entendida como amor frente a la convivencia jerárquica en el rebaño y entre las especies, la negación, el tiempo “ciclofrénico” de continuidad indiferenciada de Urano, el tiempo “esquizofrénico” de aislamiento egocéntrico de Cronos y el reino luminoso y equilibrado de Júpiter (Calvino), la desintegración de los procesos civilizatorios: “Lo que cambia en el curso de un proceso civilizador es ante todo la pauta de su autorregulación del tiempo. Hoy en día el proceso de un modelo civilizador es bien conocido. Por ejemplo, se considera a veces punto central de este proceso un aumento y reforzamiento continuo de las autocoacciones. Pero esto da lugar a equívocos y no falta quien caiga en ellos. Ahora bien, tal interpretación de la teoría sugiere la idea de que en las sociedades más simples las autocoacciones o no existen o son débiles, y de que las descargas del afecto y del instinto tienen la misma intensidad en todos los ámbitos de la vida, cuando en realidad las actitudes sociales en sociedades más sencillas se caracterizan por ser desiguales y discontinuas. Así, en ciertas situaciones de la vida, las autocoacciones poseen una intensidad y una dureza sin parangón con los autocontroles socialmente inducidos de miembros de sociedades más desarrolladas. Y al contrario, en otras situaciones dejan vía libre a descargas instintuales y afectivas que por su fuerza y espontaneidad desbordan las pautas de conducta que se consideran aceptables en sociedades más desarrolladas”.
4. El reencuentro de la piel, la construcción de la melanina, la visibilidad de la sangre a través de las venas de la piel lechosa del brazo, la calidad arbórea del cuerpo, la tensión dinámica de las rodillas de Viernes estableciendo un dominio aparente sobre las fuerzas de la gravedad, de la inercia y de la pasividad, el reconocimiento de lo humano por la palpación del rostro, la piel que muestra una mecánica natural del cuerpo ante la mecánica humana de dominio de la naturaleza: “La pupila palpita bajo la acción variable de la luz, graduando exactamente su diámetro según la luminosidad ambiente, a fin de que la retina esté siempre igualmente impresionada. En la masa transparente del iris se anega una ínfima corola de plumas de vidrio, un rosetón intacto, infinitamente precioso y delicado. Robinson está fascinado por este órgano tan finamente compuesto, tan perfectamente nuevo y brillante. ¿Cómo semejante maravilla pudo ser incorporada a un ser tan grosero, ingrato y vulgar? Y si en ese preciso instante descubre por casualidad la pasmosa hermosura anatómica de los ojos de Viernes, ¿no debe preguntarse honestamente si el araucano no es íntegramente una adición de cosas igualmente admirables que él ignora nada más que por ceguera?
Robinson da vueltas y vueltas en sí mismo a esta pregunta. Por primera vez vislumbra nítidamente, bajo el zambo grosero y estúpido que lo irrita, la existencia posible de otro Viernes, -como ha sospechado hace tiempo, mucho antes de descubrir la gruta y la ladera, otra isla, escondida bajo la isla administrada”.
5. La piel voladora, la osamenta que canta, el arte sustituto del trabajo, el devenir continuo, el imperio del instante sin imposición, el descubrimiento de signos, la invención de signos, la desintegración de signos, la desinformación de la conciencia, la renovación del cuerpo: “Compartía con Viernes juegos y ejercicios que antiguamente habría juzgado incompatibles con su dignidad. Fue así que no se dio descanso hasta no aprender a caminar sobre las manos tan bien como el araucano”. “Soñaba con la metamorfosis de su cuerpo en una mano gigante cuyos cinco dedos serían cabeza, brazos y piernas”
6. El mito del eterno retorno, el eterno retorno de los mitos, la piel del mito superpuesta a la piel de la novela, el palimpsesto, el culto solar, el culto telúrico, la fornicación con la tierra, las mandrágoras blancas y rayadas y la barba que echa raíces, la sexualidad elemental (dirigida a un elemento) transformada en amores uranianos, en el nacimiento en el huevo de Leda de los gemelos unánimes frente a los mellizos pluránimes: “Son Dióscuros, seres caídos del cielo como meteoros, nacidos de una generación vertical, abrupta. Su padre, el sol, los bendice y su llama los envuelve y les confiere la eternidad” (p. 193). La divinidad como manifestación de la potencia de la vida, la prevalencia del ser sobre la verdad, la relatividad absoluta de las causas de la mente: “Robinson imaginaba sin cesar el diálogo que acabaría por oponerle a uno de esos hombres, el comandante, por ejemplo. “¿Para qué vives?”, le preguntaría. Evidentemente, Hunter no sabría que responder, y su único recurso sería entonces devolverle la pregunta al Solitario. Entonces Robinson le mostraría la tierra de Speranza con su mano izquierda, mientras su mano derecha se alzaría hacia el sol. Después de un momento de estupor, el comandante estallaría forzosamente en risas, con la risa de la locura ante la sabiduría, porque, ¿cómo concebiría él que el Astro Mayor es otra cosa que una llama gigantesca, que en él existe el espíritu y que tiene el poder de impregnar de eternidad a los seres que saben abrirse a él?”
7. El descubrimiento de la ironía, la risa incontenible de Viernes frente a la ballena de Jonás que no retrata su propia situación, el contenido de verdad como lo entiende Benjamin entrevisto en la escritura virtual de un ensayo sobre la obra de Michel Tournier, el camino del sentido, la devolución del lenguaje, la forma de la novela como estilo más allá del estilo, como sostén luminoso de lo permanente (Ionesco), la reverberación de la historia, de la fábula y del momento histórico de la leyenda del naufragio civilizado como la entendió Defoe, el reencuentro con la narración, la devolución del mito al flujo de la escritura, la voluntad de vida, de la constatación de los sentidos, la poética del agua, la recuperación del misterio, la fecundación del papel.
Hijo pródigo de la tradición narrativa occidental, Michel Tournier hace generación en los años setenta con Patrick Modiano y Jean-Marie Le Clézio. Aunque nació dos años antes que Michel Butor y dos años después que Alain Robe-Grillet (el 19 de diciembre de 1924), Tournier no teme reencontrarse con los viejos modelos narrativos atacados en el siglo XX. Filósofo, germanista, alumno de Lévi-Strauss, Tournier juega con mitos y relatos preexistentes a los que invierte el sentido, alternando entre lo fantástico y lo real, para insertarlos en el mundo actual.
Imagen: Mandrake. John Gerard (1545-1612) incorporated New World plants in his Herball, or Generall Historie of Plants, en su contexto, click
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