lunes, 15 de noviembre de 2010

Costumbres del ojo 18 ┇ Una carta a la muerte posible


Ver en Territorio liberado


Una carta a la muerte posible


Buscando en mis fuentes de inspiración para este día de calaveras (o sea, en lecturas y escritos previos, que confirman la vieja frase de que la inspiración es 90 por ciento trabajo), me encontré con este viejo texto, que nunca había publicado y ahora comparto con ustedes porque, aunque no es una "calavera", si se dirige a la muerte en primera persona:

Mi dedo recorre, parsimonioso, tu imagen tendida sobre la mesa. En mis ojos revolotean palomas, pero en mis orejas anidan cuervos. ¿Conoces el olor acre del miedo? ¿La garra larga de la duda? El oráculo habla del tiempo de la preponderancia de lo pequeño, de espera, de modestia.

Se ha hecho otra vez peine el viento entre los árboles del parque, engalana las calles su aliento perfumado, el aliento de Mercurio. Pasea leve sobre el brillo de las cosas ¡Qué vértigo es este, incoloro, que muerde la tristeza!

Nombres de frutas minúsculas rezuman mis encías, cárdenas huellas bajo la luz noble del recuerdo, retruécano de la madrugada, cuando el silencio no es himno todavía.

Miro sobre tu hombro el aire enrarecido que la niebla parda se ha dejado, lenta, entrar en el remolino de lo que te pasará de largo. ¿Cuánto tarda el silencio en caer, en hacerse sólido?

Si debo ser en qué la voz del aliento renegado, una gota terca puede recorrer horizontalmente tu boca, filo de la desgana.

Ahora quieres erigirte en el nombre de todos mis fantasmas; te sientes merodeador. Crees tenerme a tu merced en cada vello erizado. Fluyes por mis venas, las anudas, en ellas escribes el palimpsesto indeleble del miedo. Caridbis anida en mi garganta, sorbe toda la arena del antiguo mar en cada bocanada. Medusa brilla metálica en mis ojos (no sé qué es, pero duele).

Me reconoces bajo los reflectores y balbuceas el santo y seña. Tu cuerpo enroscado, tu lengua partida en dos y tus escamas imitan mal la noche.

¿Qué sentencia dictaste, que transfigura mi carne en carroña en tus ojos huidizos? ¿Qué me ronroneas al oído, rostro blanco?


Imagen en su contexto original

No hay comentarios: