sábado, 23 de febrero de 2008

El atlas de la vida de visita

El atlas de la vida de visita. I. D. tenía más imaginación de la que parecía necesitar para vivir la vida como se la imaginaba.

Es ya siempre fragmentario, mi proceso imaginativo un poco menos que mi capacidad de poner en palabras mis pensamientos, así que puedo pensar que ya, contrario a lo que creo –que soy un animal de palabras- contrario a lo que dice mi test de IQ en Internet –que soy un guerrero de palabras ¡y en inglés!- finalmente veo las cosas mucho más fácilmente, sueño más las historias, asimilo las películas a nivel imaginativo evidentemente con más facilidad, como todo el mundo, pero también creo que lo que entiendo y lo que asimilo de obras mucho más necesariamente ligadas a la lengua por sus características y mi inteligencia y no necesariamente porque es mi forma privilegiada de entender el mundo y las historias.

Con el mismo ejemplo entonces mi escritura es reflexiva porque estoy tratando de poner conceptos en claro, y la única ocasión en que logro escribir de una forma imposible de traducir a lenguaje es porque puedo hacerlo bien, pero no porque sea la única forma que tengo de comunicarme, porque tantas veces siento que es más lógico hacerlo en imágenes que son eso, imágenes.
Anyway, ¿qué es más importante, la obsesión o la supuesta orientación cognoscitiva hacia las palabras?
Even so, without looking. Pero es una cosa de adicto inconsciente, no de surrealista, pretencioso por si fuera poco (voy a odiar tanto esto cuando lo lea) es decir, sigo releyendo, claro, al menos el párrafo, y sigo pensando que vale la pena intentar hacer, después de mantener semejantes niveles de energía estática.
Siempre hay razones para optar. Pero menos obvias de lo que uno quisiera. Es decir, para ser completamente frívolo, hay que crearlo, pues no hay nada que implique el menor proceso de pensamiento.

lunes, 18 de febrero de 2008

Maria Antonieta legally blonde



María Antonieta Legally Blonde, abucheada en Cannes porque tiene dinero y poca autoconciencia, más allá de la conciencia de estar afuera a pesar de estar adentro, más allá de ser mucho más que una vaga incomodidad, un modelo recuperado de pérdida y tristeza, de nostalgia, que ahora sólo aparece en películas y series de TV, que se parece a Paris, pero más a Diana, a Nicole pero más Oprah, a Karen Olsen pero más a Karen Carpenter, a Britney pero más a Madonna, a Holly Golightly. Es la que ni siquiera llega a la conciencia trágica, la que no tiene que morir en el ridículo –aunque muera en la guillotina sin que su muerte sea teleológicamente osada, apenas una muerte cruel.


Rechacé Trainspotting por cínica y no sé si me equivoqué. Obviamente, después de Midnigth Cowboy y Naranja mecánica, donde prevalecía el foco sobre la sociedad, y de Drugstore Cowboy y My Own Private Idaho, películas en las que el personaje llegaba a la conciencia de la imposibilidad de su realización y por tanto a la distancia crítica, tal vez oscuramente a su victoria -y tal vez allí radica su éxito y la realización de la “Mente Brillante”-, me pareció ofensivo ver una historia en la que el personaje pasa toda la película viviendo experiencias limítrofes con la búsqueda del sentido para terminar concluyendo que quiere vivir exactamente igual que cualquier consumidor inglés de clase media.




Ahora bien, tal vez no es fácil ser un comprador pudiente en el Reino Unido, como bien afirman las estadísticas, aunque en la era de la seducción se ha vuelto una meta mucho más cercana y por lo tanto más común. Pero eso ya lo reflejó de manera inmejorable Perec en Las cosas, y además planteó un final con moraleja, de cita de Marx, que si bien no añade nada al formidable trabajo del texto, lo eleva a una cierta distinción moral casi imperceptible pero bien patente.

Pero tal vez no estaba en juego la estructura social del deseo sino la falibilidad del ser humano, de igual forma que una reina adolescente, en vez de ser un reflejo de su grandote momento histórico, sea un muestrario de gustos adolescentes, de banalidades a tope, de gustos mal dibujados, y se parezca más, en la mirada de una directora joven de nuestros días, a una cantante pop adolescente de su país que a una aristócrata paradigmática de la historia europea.