domingo, 12 de septiembre de 2010

Costumbres del ojo 6┇ De la belleza al amor y de la música a la poesía

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Música y poesía, Erato y Euterpe, son al poeta tan importantes como el cinturón de Afrodita que la hace irresistible, y con cuya ayuda logra transformar la belleza en el objeto del amor: "Gracia es la belleza de la forma bajo la influencia de la libertad, la belleza de los fenómenos determinados por la persona", afirmó Schiller. El amor llama a engaño por su propia naturaleza: el amante otorga al amado más de lo que recibe, y oculta así la pobreza del último.

Si la gracia es un favor que lo moral concede a lo sensible, entonces para cantar el amor debemos domeñar la pasión por medio de la dignidad y alcanzar así el punto en que la verdadera belleza (Truman Capote la describió como “fealdad conquistada”), la belleza ensalzada por la gracia, encuentre su lugar en el mundo sensible.

La poesía es hermana de la música, y sus recursos a veces se acercan. Pero si quisiera nombrar mis textos de acuerdo con mi manera de escribir, terminarían siendo “Polisíndeton alrededor de la idea de la belleza” o “Falacia retórica reducida al absurdo”, por eso, para hacer gala de ligereza, tantos artistas toman prestados términos artísticos vecinos.

Vivimos en el tiempo, y por él somos determinados: vivimos relatos, situaciones que comienzan, se desarrollan y terminan. De todos los relatos del mundo, el amor es uno de los más resistentes: tal vez porque más que cualquier otra historia humana, se rige por ciclos de duración aparente, y sólo por un esfuerzo consciente podemos hacer propia la historia primera. Roland Barthes coincidió en esto: el amor es una historia que se cumple, un programa que debe ser recorrido.

Las historias de amor acontecen en la música, creando la banda sonora de nuestras vidas: cuando nos devoramos completos [Delibes], cuando no nos importa que nos muerda un perro [Satie], cuando no importa que nos importe [Verdi], cuando nos rebasa la cursilería [Sakamoto].

Guns n’roses transformado por la reproducción digital en música aleatoria, en jirones. Zas, zambomba, zampoña, glissando, crescendo, meseta, clímax próximo [ ] lento de nuevo. Dijo Sabines: “los amorosos andan como locos/porque están solos, solos, solos”. Dijo ee. cummings: “(cccome? said he/ummm said she)/you’re divine! said he/ (you are Mine said she)”. Dijo el autor del cantar de los cantares: “Tus ojos entre tus guedejas como de paloma; /Tus cabellos como manada de cabras”. Dijo Sylvia Plath: “Of your breath, the drenched grass/Smell of your sleeps, lilies, lilies”. Una novel poeta mexicana, Gloria Rodríguez Sayún, escribió: “en el mundo de afuera todo cambia/le da viruela al vidrio y los niños se empañan”.

El amor es un destierro fragmentado: convertidos en hijos de la tortura, chillamos, pateamos, cometemos alternativas. Acá nos entregamos, allá suplimos, acullá nos arrojamos en las fauces de los mitos. Ausentes de nuestras decisiones, algunos acotamos, otros nombramos, otros escuchan, otros cantan, encuentran nuevas claves para darle sentido a las pausas del cerebro.

Oficios de tinieblas pavorosos callan las noches y los días aciagos, arrancan de nosotros salidas en falso y falacias lógicas. Falacia del tipo post ergo propter hoc: porque ahora todo terminó, sé que no te amé nunca todo ese tiempo, yo, porque tú, luego entonces [ ] te conocí y reconocí, y nos gritamos, y usamos estas cajas de resonancia de piel dura para propósitos insalubres. Falacia por generalización precipitada: porque tú lo eres todo, todo nos maldijo [mentiras, todo eran mentiras, palabras al viento: fortissimo]. El arte de la catástrofe, susurra Barthes, me apacigua.

Imagen: Venus y Amor, Lucas Cranach el Jóven

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