viernes, 10 de junio de 2011

¡Cuidado! La edición… Ideas sueltas sobre el texto como materia







Lámparas de keroseno, escritura. Planchas de tinta negra y untosa, ediciones del desastre, cigarras, grillos. ¿Cómo es el caligrama de un poema?
Calendarios en blanco y negro, grabados, piezas únicas. The Hogarth Press financiando el suicidio de Virginia Woolf.






Almanaques, libros de cordel. Un pueblo alrededor de una hoguera escuchando al que cuenta la narración de la mujer que se tiró un pedo y salió un niño del tamaño de un pulgar.
Hipertextos por doquier, sí hay angustia e influencia. Novelas eróticas ilustradas.
Gente que hace las portadas de sus libros, gente que escribe castillos de naipes ilustrados en la red, gente que inserta palabras en otras palabras, piras de conceptos aleatorios.
Tengo un tomo de un libro en un mundo dentro de una casa que es una herencia que es un relato dentro de otro relato dentro de una tradición que se inserta en otra más antigua: el Ajusco, Guatemala, la moda de los cuentos del siglo XVIII, los árabes, los persas.
Marius de Zayas, Guillaume Apollinaire, Lawrence Weiner, Georges Perec, Max Ernst, Raymond Queneau.
Cada Una De Estas Palabras Es Un Robo En Descampado.

Las mujeres mayas tejen ideogramas de algodón de Manchester, los escribas de antaño usaban papiro, corteza, arcilla, los de ahora madera hecha pulpa. Y también usamos remedos de hojas, copias de la escritura, puntos unidos sobre superficies luminosas que han pasado por un proceso de depuración que ha llevado a la escritura a ser un código formado solo por




cadenas de bits, ceros y unos, y de regreso hasta la copia de lo viejo. ¿Sabremos alguna vez todos leer código binario?


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